miércoles, 4 de enero de 2017

Denuncia pública

Es miércoles 4 de enero, son las 16:30 h. Normalmente me encontraría trabajando detrás de la barra del restaurante "El Candil" pero en lugar de eso estoy en una cafetería escribiendo ésto. ¿La razón? Me he ido. Así, tal cual. En mi pozo de mierda ya no cabía nada más y ha rebosado. Y es que estoy harta. Estoy harta de que me traten como una inútil,  estoy harta de que me insulten y me humillen, estoy harta de que me acosen. Ya pasé por éso una vez y no voy a dejar que nadie más me lo vuelva a hacer. 

Os voy a contar un poco mi historia en ese restaurante, pues estas líneas pretenden ser una denuncia y quiero que quede todo claro. El restaurante lo lleva un matrimonio del barrio de Sants, Josep y Montse. Yo empecé a trabajar ahí en julio sustituyendo a Montse, que se había quemado la mano. 
Lo primero que me dijo Josep al entrevistarme fue: "Sólo te contrato porque estoy necesitado. No me gustan ni los tatuajes, ni los piercings ni el pelo largo". Eso lo puedo entender perfectamente, aunque no me parezca apropiado decírselo a la persona a la que vas a contratar, ya empiezas en un ambiente bastante tenso. Bien, hasta setiembre todo fue más o menos correcto;  Montse venía cuando se terminaba el servicio y entre Josep y yo no había ningún problema, es más, él mismo me dijo que estaba muy contento con mi servicio, que era "el Messi de los camareros" y que se alegraba de haberme contratado. Desafortunadamente, en setiembre me atropelló un coche y claro, tuve que coger la baja. Pues me despidieron, eso sí, me aseguraron que cuando cogiera el alta tendría empleo de 8 horas. 
El día que le fui a llevar el alta, después de dos meses, el señor Josep me dijo: "¿te has engordado estos meses, eh? Ya se nota, se te ha puesto un culo..." Lo envié directamente a la mierda y me fui, después escribí la entrada de Hoy has venido a verme. Gracias, era justo lo que necesitaba después de haber estado dos malditos meses sin poder hacer nada, muy amable.
Cuando empecé a trabajar otra vez no sabía ni qué horario tenía, no me lo dijeron hasta pasadas unas semanas. Además, tenía que partirme las funciones con Montse, pues ella ya volvía a estar en activo. Nunca supe qué era exactamente lo que tenía que hacer. Un día le pregunté  cómo nos íbamos a dividir el trabajo y me respondió con un bufido seguido de un "no sé". "Pon el pan y la bebida y ya veremos". Ok, esa es mi función... (una de ellas, claro) pues más de una vez he llevado el pan y la bebida y me he quedado con cara de gilipollas al ver que el cliente ya lo tenía puesto. Humillación número... éso sólo es un ejemplo de miles.
A todo ésto, Josep no me hablaba ni me miraba a la cara, así que un día hablé con él y le dije que era muy incómodo trabajar así cuando la comunicación es primordial en este empleo. Le pedí que intentáramos dejar a un lado los problemas personales, pero que no me había parecido correcto su comentario. Él me dijo que profesionalmente no tenía ningún problema  pero que no me iba a hablar, que no era su problema cómo me tomaba yo las cosas, que él podía decir lo que quería y que le daba igual si causaba algún tipo malestar. 
Los días fueron pasando y para empeorar la situación, Montse no me hablaba, no me miraba y no me dejaba hacer nada: ni llevar platos, ni recoger, ni hacer cafés ni cobrar a los clientes o me dejaba  todo el trabajo a mí y claro, no daba a basto.  Cuando hacía aguna de estas cosas venía corriendo a chillarme que lo estaba haciendo mal, que no lo sabía hacer y que no lo hiciera más.
El día que tenían que pagarme escuché a Montse decir que estaba harta de mí y que "no le salía cuenta". Me iba a putear hasta que me fuera. Cada día era peor que el anterior. Hasta hoy. Hoy ha sido el último insulto que aguanto, la última mala cara, la última mala contestación y la última humillación que sufro en ese cuchitril de restaurante.

Estoy harta de la gente amargada que te trata mal para sentirse superior, para sentir que su vida vale una mierda. No vales nada y por mucho que me insultes y humilles no valdrás más.
Estoy harta de aguantar y callar, de echármelo todo a las espaldas, de tener ansiedad antes de ir a trabajar y de llegar a casa deprimida. Estoy harta de aguantar. Estoy harta de tener que aguantar a gente tóxica. Estoy harta de ser buena y de que me traten como si fuera gilipollas.


No necesito que nadie me maltrate más de lo que ya me maltrato yo misma.

Mire Taurendilmë