viernes, 17 de noviembre de 2017

Las intrépidas aventuras de Mire la au pair. La Odisea alemana

16 -17 de noviembre, 1.51h. McDonald's de la estación de trenes de Koblenz. Tiempo de wifi gratis: 2h 28'. Agua con gas: 1,69€. Haber perdido el móvil y no tener manera de comunicarte con la familia que tenía que venir a recogerte: no tiene precio.

Todo empezó ayer a las 18.20, hora prevista del vuelo Barcelona-Köln. Mientras los pasajeros nos "acomodábamos" en el estrecho y abarrotado avión de Ryanair, el piloto nos regaló unas bonitas noticias: la Torre de control de Francia había cerrado y había retención de mínimo 40' hasta nuevo aviso.
Bien, eso quería decir que tenía todavía menos tiempo para coger el bus que me llevaría a mi destino. Sin preocuparme demasiado me puse a leer mientras a mi compañero de fila le daba un ataque de nervios y empezaba a  maldecir y a dar golpes al asiento delantero. Los minutos transcurrían lentamente hasta que al fin llegó el esperado despegue. ¡Al fin!- pensé. Seguro que recuperamos el tiempo perdido en el aire.- JA! Créetelo. Finalmente llegamos con casi una hora de retraso y claro, a eso súmale ir a buscar la maleta y encontrar el bus adecuado. Total, que eran las 23.00h y yo seguía en el aeropuerto esperando el mágico carruaje. Un amable hombre que pasaba por allí me comunicó que ya no habían más buses y que debería tomar el tren. "Genial, al menos será más rápido"- inocente...
Me dispuse a atravesar el aeropuerto con una maleta de 25kg, una mochila de 10, un bolso y una bolsa con unos regalos para la familia. Sin contar las capas de cebolla, claro. Más o menos era como la bola de Indiana Jones acarreando una maleta. Finalmente llegué al Fahrkartenautomat, pero cuando un alemán te pide ayuda con la compra del ticket en una máquina originalmente alemana, sabes que la cosa no va a ir bien. Por suerte había una pareja super nett (amable) que nos ayudó a ambos. A ellos también les costó lo suyo, que conste. Unos 30' para ser exactos. Total, que una vez con el ticket a la Hauptbahnhof de Köln me percaté de que no sabía en vía iba a venir el tren. "No me debo haber fijado donde lo ponía..."- pensé. Bien, seguí un poco a mi intuición (y a la pareja que iba delante, todo quepa decirlo) y les pregunté si era la vía adecuada.  Ellos venían de Londres y supongo que entendían lo fácil que es para un extranjero perderse en ese sitio, porque indicaciones y cosas claras, cero. Así que me dijeron que como les iba de paso, me acompañarían a la estación. También me dijeron que su vuelo había salido antes de lo previsto, pero que ahora estaban perdiendo el tiempo por culpa de la tardanza del tren. Yo pensé egoístamente para mis adentros "gracias Universo por cruzar nuestros caminos". Tras 30 largos minutos de espera el S-Bahn (así me dijeron que llamaban a ese tipo de transporte medio tren medio metro) por fin llegó. En el trayecto el chico aprovechó para indicarme a dónde me tenía que dirigir una vez en la estación. Sus indicaciones fueron las siguientes: "primero baja, después verás una salida a la derecha, ve en contra dirección, sal de la estación, admira la catedral de Colonia y dirígete al punto de información". Y así hice. Crucé la estación, admiré la impetuosa y  brillante Dom y me dirigí al punto de información. -No olvidéis la maleta,  las 2 mochilas y la "encebollización", le añade un punto de humor  a mi imagen.

Bien, me acerqué al punto de información y después de haber estado pensando la frase correcta durante 3 minutos, la solté. El hombre me vió cara de entender y me soltó una retahíla de cosas que todavía no he descrifrado. Le pedí que fuera más esquemático y según sus indicaciones, debía coger otro tren y volver atrás, pues de allí (la estación CENTRAL) no salían trenes a Coblenza. Para comprar el ticket, encontrar la vía, coger el tren y hacer lo mismo en la siguiente estación tenía sólo 20 minutos. Después me quedaría allí donde estuviera sin posibilidad de moverme. "Esto se está poniendo interesante"- me dije a mí misma- No pierdas la positividad. Total, que intenté ir lo más rápido que mis bultos me permitían. Y sabéis una cosa que me encanta? Las escaleras mecánicas. Sobretodo cuando llevas todo eso encima. Pues no, a los alemanes no les gustan. Para que lo sepáis.
Conseguí subir los dos pisos con las maletas y montarme en el tren a tiempo. el viajé sólo duró 3 minutos pero al salir, sólo me quedaban 15 o menos para que saliera mi tren.
Me armé de paciencia y bajé las escaleras, intentando no caer y convertirme en la bola de Indiana Jones, pero de verdad.

Me encontré en medio de una estación parecida a la de Passeig de Gracia y allí estaba mi ya conocido amigo, el Fahrkartenautomat. Crucé los dedos para que hubieran billetes y me conciencié en mirar la Vía de salida. Estuve 5 minutos o así escudriñando entre palabras interminables para encontrar la Gleis, la vía. Pues no. No estaba. Pensando en que igual no estaba buscando lo adecuado pregunté a un chico que se dirigía a la salida. Amablemente me ayudó a comprar el billete, pero la vía no salía, me contó que en esas máquinas de Scheisse (mierda- palabra literal) no lo indicaba.  ¿¡Y qué se supone que tienes que hacer, adivinarlo?!. Quedaban sólo 7 minutos para que saliera el tren, así que el chico fue corriendo a todas las vías para ver si salía de alguna de ellas. Yo me quedé impresionada. Creo que eso no me hubiera pasado jamás en Barcelona. Tanta ayuda de manera desconsiderada!
Al no encontrar ninguna, el chico me ayudó a subir las maletas a una vía cualquiera y una vez allí, lo buscamos por internet. Vía 11. Pero allí sólo habían 9 vías! "Es en la estación de trenes, no de S-Bahn, ¡tenemos que correr!"- me dijo. Y así hicimos. Él con mi maleta y yo con las mochilas y la bolsa (que era de papel). Pues ya os imagináis, a medio camino la bolsa se rompió y todo al suelo. 3 minutos. Corre, corre -pensé. Bajé las escaleras saltando los peldaños y al girar a la izquierda, allí estaba Gleis 11. El chico ya me había subido la maleta al tren y me estaba esperando. Yo me quedé patidifusa, no podía salir de mi asombro. No sabía ni cómo agradecerle todo lo que había hecho. Se despidió de mí con una sonrisa y el tren emprendió su camino.
Una vez en el tren, con el cuerpo temblando y la cara roja, me dispuse a acomodar mis bultos, sentarme plácidamente, disfrutar del viaje y avisar a la familia, que me tenían que recoger en la estación de Koblenz. Meto la mano en el bolsillo y... no, no puede ser. El móvil no está. Por un momento no me lo creí y rebusqué por el bolso, por el asiento... pero nada, allí no estaba. ¿Cómo iba a decirles entonces que iba a llegar? ¿Cómo iba a decirle a mi madre que no se preocupara?
Y luego me di cuenta. En el tren no anunciaban las paradas. ¿¡Pero cómo puede ser!? Cómo iba a saber cuando bajar? Por la hora de llegada, pensaréis- pero no tenía reloj.
Intenté aplicarme mi propia filosofía, "todo pasa por algo", te gustan las aventuras, pues bueno... aquí tienes una. Total, que después de hablar conmigo misma me dije que sólo podía mirar hacia delante.
Pregunté a una chica cómo sabía uno aquí cuándo bajar y me mostró un plano con las horas aproximadas de llegada y las paradas. Según la hora, te sitúas. Justamente la próxima era la mía, o eso creía.

Confié en que la estación hubiera wifi y así poder conectarme con el ordenador para avisar a mi madre de que cancelara la tarjeta del móvil. Ya era la 1.30h de la madrugada y en esa estación no había WLAN. Sólo habían un montón de vagabundos resguardándose del frío de la noche y un par de policías. Les pregunté dónde podía conseguir wifi y me indicaron el McDonald's. Nunca pensé que estaría tan agradecida a un McDonald's. Entré y como me parecía de mala educación usar el wifi sin consumir nada, me pedí un agua. No recordaba que aquí los alemanes beben agua con gas. No me la terminé.
Escogí la mesa que iba a ser mi mejor amiga durante las 3 horas de Mcwifi gratis que tenía y le escribí a mi madre. Como también tenía el skype de la familia, les escribí también. Pero no hubo respuesta. Tras un par de horas hablando con mi madre, necesitaba ir al baño, así que recogí tooodo y me fui en busca del baño encantado. En la otra punta de la estación. Cuando me volví a conectar mi madre tenía una noticia para mí. Había llamado a mi móvil y había contestado la policía. Le habían dicho que el móvil y el DNI estaban en la comisaría de Colonia, que me dijera que lo fuera a buscar. Hostia puta!-pensé-el DNI! lo había metido en la funda el móvil para no tener que meterlo y sacarlo en el bolso todo el rato en el aeropuerto. Ahora estaba sin móvil y sin DNI.
Lo gracioso de ésto es que la primera y única vez que fui a Alemania, unos amigos de danza irlandesa  y yo nos hospedamos en un hotel de Düsseldorf y, adivinad... Por la noche nos entraron a robar y sí, entre otras cosas se llevaron mi móvil.  ¿Coincidencia? No creo en ellas. Algo tenía que significar.
En fin, que por arte de magia o de tecnología, el policía que había contactado con mi madre me escribió en FB y me indicó cómo llegar a la comisaría desde la estación de Colonia. Porque claro, no llevaba Google maps.

Total, que a las 4.20 me preparé para coger el quinto tren del día. Uno más, venga! Todo eso con las maletas y las no escaleras mecánicas, no lo olvidéis. Tres horas más tarde me encontraba en esa estación por cuyos ventanales había admirado la belleza de la Catedral. Eran las 7.15 o algo así y era noche cerrada. No veía muy claro caminar 30' por una ciudad desconocida en una dirección desconocida tirando de una maleta de 25kg, así que cogí un taxi. Llamadme comodona, sí. El taxista me llevó a la comisaría y allí estaba él. Algo tan irrisorio y material pero de lo que somos tan dependientes. Mi móvil. Me desagradó el hecho de conocer mi dependencia, esa necesidad de "conexión"; pero eso me lo guardo para otra publicación.
De la comisaría me fui directa a la estación, no sin antes pagar 30 eurazos por 30 minutos escasos de trayecto. Y una vez en la estación.. ¡adivinad a dónde fui! ¡Sí! Habéis dado en el clavo, en el único sitio donde habría wifi. Allí cargué un poco el teléfono y por fin me puse en contacto con la familia. Los pobres estaban alucinando, claro, como para no hacerlo. Pensaban que había perdido el tren y me había quedado en Colonia, pero no. Mi aventura fue más allá. Bien, pues a las 8 y algo me disponía a coger el que esperaba fuera último tren de mi día y de mi año, por lo menos. El tren que me llevaría a Koblenz. Unas dos horas más tarde ya me encontraba en la estación en la que había pasado la mayor parte de la noche, pero ahora estaba llena de vida y luz. ¿Percepción o realidad? Ambas, si son dos caras de la misma moneda.

Bien, pues después de esta serie de no-tan-catastróficas desdichas, me encuentro en la que será mi casa durante el próximo año.  Os iré contando todas mis aventuras aquí! Y si queréis que os detalle algún aspecto de la vida en Alemania, la vida de una au pair o cualquier otra cosa, decídmelo! :)

Muchísimas gracias por leerme, super Danke!