Martes,
21 de noviembre – Viernes 24 de noviembre. Koblenz
Como
ya tenía la experiencia del día anterior y ese día sería el padre
quien llevaría a los niños al Kindergarten, todo fue mucho mejor.
No tuvimos ningún problema y llegamos pronto al cole. Cuando llegué
a casa limpié lo que me pertocaba rápidamente para poder ir a a
explorar la ciudad y conocer el sitio que sería mi nuevo hogar. Para
mi no-sorpresa, cuando estaba aspirando, la mujer apareció y me
dijo: “Ah, también tienes que aspirar al lavabo, las escaleras y
el piso superior. Cada día. Si tienes tiempo también tienes que
ordenar la cocina y recoger lo del desayuno.” -Eso de “si tienes
tiempo” es un “como tienes tiempo libre, puedes hacerlo”.
Intenté tomármelo con filosofía y lo hice lo más rápido posible,
pero aún así me llevó más de una hora. No pensaba quedarme ahí,
así que me fui a la ciudad, ni que fueran solo 30 minutos valdría
la pena. Y así hice. Cuando llegué a la ciudad, me di una vuelta y
a los 15' tuve que coger el bus de vuelta.
El
día iba bastante bien, los niños estaban tranquilos y los mantenía
entretenidos. Yo estaba con ellos en el comedor, el padre trabajaba
en la mesa con el ordenador para vigilarme y la madre se encontraba
en el despacho. Todo empezó a ir mal cuando la madre venía mientras
estábamos jugando y se llevaba a uno de los niños o les hacía
jugar con otras cosas y después se iba. Entonces se empezaron a
alborotar, a estar aburridos y a querer ir con su madre. -Y yo me
pregunto, para qué maldiciones vienes a distraerlos si están
entretenidos? Total, que el niño pequeño- el más aferrado a la
madre- fue al despacho, para buscarla, así que fui detrás de él e
intenté que saliera de ahí, pues sabía que la madre no quería que
la molestaran. De pronto, cogió al niño, se lo sentó encima y le
dijo con una dulce pero macabra voz: “Ya sabes que esta habitación
no es para niños. Sólo están permitidos padres y madres, ni niños
ni au pair-Mädchen. Sólo papá y mamá.” Qué queréis que
os diga, yo eso lo vi como una directa, así que en vez de esperar
dentro de la habitación me salí fuera y esperé en la puerta. La
madre dejó al niño en el suelo y éste se fue a sentar en una
silla. Recuerdo perfectamente a la madre mirando al horizonte y, de
pronto, levantándose y cogiendo bruscamente al niño, zarandeándolo
y chillando: “¡¿Es que no puedo trabajar tranquila?! ¡Tengo
muchas cosas que hacer y vosotros estáis molestando todo el rato!
¡Estoy harta! ¡Tengo que trabajar! Entró en el comedor a y lanzó
al niño en los brazos del padre. Acto seguido empezó a atacarlo
chillando: “¡Tú estás muy tranquilo y yo no puedo hacer nada!
¡Tenemos una au pair y estamos peor que cuando no estaba!”
De pronto, agarraos a vuestros asientos, se tiró al suelo a patalear
y a chillar como una auténtica histérica. Los niños intentaron ir
a ella y los apartó diciéndoles que no quería saber nada de ellos,
así que se fueron llorando detrás de un armario. El padre mantenía
la calma y no decía nada, sólo me miraba con cara de lástima. -
Supongo que vio el asombro en mis ojos. Sólo me dijo: “vamos a
preparar la cena ya y nos vamos a dormir.”
POR
FAVOR, TOMAOS UN MOMENTO PARA IMAGINAROS A UNA MUJER DE UNOS 36 AÑOS
TIRADA EN EL SUELO CHILLANDO COMO UNA HISTÉRICA. ES QUE ES DE
PELÍCULA DE CIENCIA FICCIÓN.
Intenté
hablar con los niños, pero tenían un disgusto encima que no había
quien los consolara, hasta que la madre, de súper buen humor, se
levantó del suelo y fue a buscarlos. Se escondió con ellos y les
dijo: “¿somos amigos, a que sí?” Y se fue a sentar a la mesa. -
A mí casi me da un ataque, estaba claro que la mujer es bipolar. Que
conste que no tengo nada en contra de los bipolares, pero eso se
avisa y una se lo toma de otra manera.-El padre y yo habíamos sacado
algo para cenar y, cuando nos dispusimos a cenar la madre estaba tan
feliz, hablando de todo y comentándole al padre que yo había ido a
la ciudad esa mañana. De pronto le dijo al niño mayor: “perdona
por chillar” a lo que el padre saltó: “creo que a quien deberías
pedir perdón es a mí y a Mireia” a lo que ella respondió: “No,
¡no lo creo! y, sonriendo, empezó a comer.” Yo creo que el padre
y yo estábamos en un nivel parecido de alucine, yo no cabía en mi
asombro y ya estaba pensando en coger las maletas y salir de ahí esa
misma noche.
Para
amenizar la noche, antes de comer, la madre empezó a cantar y quiso
que todos lo hiciéramos. Imaginaos que escena.
Esa
noche no dormí nada, pasé toda la noche pensando en lo ocurrido. Mi
madre me aconsejó que hablara con ellos al día siguiente, y así lo
hice.
Por
la mañana subí al piso de arriba, el padre se había ido pronto al
trabajo, así que sólo estaba ella. Al verme, me preguntó si había
dormido bien y yo, sinceramente le contesté que no había dormido
nada, que la situación de la noche me dejó perpleja. En nuestro
trayecto de vuelta a casa me dijo que esa situación era normal en su
familia, que siempre estaban muy nerviosos y que se discutían a
menudo, pero que eran una familia feliz. Además, me empezó a sacar
los trapos sucios de otras familias, diciendo que la suya era la
mejor y que eso no era nada en comparación a los problemas de las
otras familias. Yo pensé: “qué más me dan las otras familias si
con quien tengo que convivir es con vosotros...” y así le dije:
“mira, no me tienes que dar explicaciones ni intentar convencerme.
Sólo llevo 2 días trabajando y ha pasado ésto, no me quiero ni
imaginar cómo va a ser dentro de unos meses. Entiendo que estéis
estresados y no os juzgo, pero tengo el derecho de decidir si quiero
vivir este tipo de experiencia o no.” No me contestó, pero el
resto del día se hizo la mega simpática y cada vez que alguien se
ponía un poco nervioso empezaba a decir: “shhh, mantén la calma,
no nos podemos poner nerviosos que hay gente sensible.” Sabía que
lo decía como mofa, pero prefería pensar que lo hacía porque
necesitaban que me quedara y además, si con eso conseguía que no
hubieran más chillidos, ya me daba por satisfecha.
|
Aquí la muestra de cómo utilizar
una servilleta eficientemente. |
Aún
así, durante el día tuvimos pequeños enfrentamientos, como por
ejemplo cuando se me ocurrió utilizar una servilleta entera para
limpiarle la cara al chiquillo, que estaba toda llena de salsa de
tomate. ¡¡¡Pero qué locura!!! No utilices una servilleta (que en
realidad es la mitad, porque son de estas más pequeñas) si puedes
utilizar un cuarto.
Por
suerte, la madre, con amables chillidos, me explicó cómo hacerlo
correctamente:
-No
utilices tanto papel, hay que cuidar al planeta. Con un trozo así ya
vale. -YAAAAAAAAAAA, CLARO. VALE PARA ESPARCIR LA SALSA, NO PARA
QUITÁRSELA DE LA CARA.
Imaginaos
limpiarle la cara y las manos a los niños con esos trocitos de
papel... y vuestras propias manos y boca, claro.
El
siguiente enfrentamiento vendría al planear ir a comprar. El padre
me dijo que quería ir al supermercado al día siguiente y me
preguntó si quería ir y coger lo que necesitara. Bueno, pues la
mujer ya se enfadó porque según ella todo estaba “demasiado
planeado”, continuó diciendo que ella tenía que trabajar y yo me
tenía que quedar en casa. -Lo gracioso es que íbamos a ir con los
niños, así que no entendí su lógica, pero ya me estaba dando
cuenta de que le gustaba quejarse por todo sólo para tocar los
bemoles.
Bien,
llevaba ahí una semana y necesitaba lavar ropa, como es
comprensible. No me habían comentado nada de los días de lavandería
así que le pregunté a la mujer si podría lavarla ese mismo día
(eran las 18.30 de la tarde, después del episodio bipolar). Y la muy
sincera va y me dice que no, que no puedo lavar la ropa. Yo había
salido a caminar para despejarme y pensar después de esa locura de
tarde y oportunamente tuve un percance con la menstruación. Así que
era importante para mí lavar la ropa si no quería que se quedara
tiesa como una piedra maloliente. Bueno, pues la mujer no quería que
lavara la ropa porque habían invitados en el piso de abajo (que no
estaban) y ella pensaba que les molestaría. Yo le dije que podría
lavarla a mano, no me importaba y si no quería poner la secadora
podría dejarla en mi habitación secándose. Eso le pareció una
idea horrible. -”No,no,no,no. No podemos dejar la ropa mojada
dentro de casa porque el nivel de humedad sube mucho y es perjudicial
para la salud. Tenemos una casa de verano donde podrías dejarla pero
me da pereza ir ahora, así que no lo puedes hacer.”- Yo cada vez
flipaba más con todo. Le dije que vale, que muy bien y me fui a la
habitación a llamar por skype a mi madre. Le conté lo sucedido,
preguntándome si era normal eso o era yo que era muy
tiquismiquis. Mi madre estaba
igual de sorprendida y me dijo que lavara la ropa cuando se fueran a
dormir y la dejara secando en la habitación. Era eso o lavarla a
saber cuando. Total, que mientras estaba skypeando, entra
la mujer y me dice que puedo lavar la ropa a mano y secarla afuera.
-INCISO: ESE DÍA HABÍA HELADO. ESTABA NEVANDO.¿Esta mujer se cree
que soy tonta o qué?
- Le dije que no era buena idea, que la ropa no
se iba a secar, todo lo contrario, se iba a helar. Le di las gracias
por nada y me fui.
Esperé
pacientemente a que se fueran a dormir pero parecía que me hubieran
leído el pensamiento, eran las 23h y ahí seguían... No podría
lavar la ropa... aún.
Finalmente
caí rendida y me dije a mí misma que me levantaría a las 5 para
lavarla y dejarla secar un par de horas y así hice. Me desperté
pronto y me puse manos a la obra. Conseguí lavarla y dejarla en la
habitación para que se secara mientras llevaba a los críos al
kindergarten. En el
viaje de vuelta el padre me preguntó si quería que me llevara a la
ciudad, pero le dije que no podía, que antes tenía que aspirar toda
la casa y sacar los platos del lavavajillas. Su cara me dejó claro
que él no tenía ni idea de eso. En mi contrato no ponía nada de
aspirar toda la casa cada día.
Por
la noche los niños no tenían mucha hambre, así que no comieron
casi nada y se pusieron a jugar. Lo que significaba que yo tampoco
podría cenar. Estuve con ellos hasta que el padre los llevó a
dormir y después recogí las cosas de SU cena. Como ya veía cómo
funcionaban las cosas tenía fruta guardada en la habitación.
Cada
día tenía más claro que no iba a durar mucho ahí.